Construyendo ciudadanía

Autor: Mg.  Javier Martín Nieto
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La sociedad debería rendir un homenaje a Fundación Convivir y a otras tantas organizaciones de la sociedad civil que llevan décadas construyendo sociedades más inclusivas. Las llamadas ONG llevan décadas, tanto en Argentina como en otros países de América Latina, y de otras regiones del mundo, desarrollando sus actividades de manera anónima, y en muchas ocasiones de forma casi clandestina.

El carácter apartidista, que no apolítico, de esas entidades, y sus prioridades centradas en las personas y no en la confrontación política, las ha condenado a ese anonimato, al menos en lo referido a la presencia en los grandes medios de comunicación.

Pero no debemos dejarnos engañar por la propaganda y por la visión del mundo que reflejan esos medios de comunicación de masas.

Aunque no tienen protagonismo en la prensa, en la radio o en los programas de televisión, podemos afirmar que el mundo es hoy mucho mejor gracias al trabajo constante de estas organizaciones sociales.

Las grandes conquistas sociales en materia de derechos, registradas en las últimas décadas, son responsabilidad de estas ONG, que comenzaron reclamando esos derechos, empoderaron a decenas de miles de personas en situación de exclusión social, han puesto en marcha programas de intervención y de transformación social, han sensibilizado a amplias capas de las sociedades, han desarrollado programas de incidencia en políticas públicas, y han demostrado que “sí se puede”.

En un mundo justo, la sociedad debería rendir un homenaje a las organizaciones de la sociedad civil. Aunque para eso sería necesario que las personas supieran que sus condiciones de vida son mejores gracias a ellas, y que los medios de comunicación llevan años ocultando esta realidad.

Fundación Convivir cumple 30 años. Este texto pretende ser un humilde homenaje a su trabajo constante en la construcción de ciudadanía a través del desarrollo de una sociedad menos excluyente, o si se quiere, más inclusiva. El homenaje es extensivo al resto de organizaciones sociales que componen un mapa de la solidaridad en Buenos Aires, Argentina, América Latina o el mundo.

Aunque el homenaje se lo rendimos a la institución, que es donde se centra la permanencia del trabajo y a través de la cual se garantiza la continuidad del trabajo, es evidente que son las personas que desarrollan su actividad en esas entidades quienes son merecedoras de todos nuestros reconocimientos.

A lo largo de las últimas décadas centenares, miles de personas solidarias han dedicado lo mejor de sí mismas a construir un mundo más justo, una sociedad más solidaria, y a defender los derechos para las personas más vulnerables.

Fundación Convivir, como otras ONG, no sólo permitieron a esas personas desarrollar sus iniciativas, y coordinar ese trabajo con el de otras personas como ellas, lo que permitió mejorar la eficacia y la eficiencia, sino que alentaron, promovieron y fomentaron ese impulso solidario. Esas personas son héroes anónimos.

Reconozcamos una realidad: hoy, a pesar del trabajo de las organizaciones sociales, el mundo sigue siendo injusto, la desigualdad sigue siendo la norma, la vulneración de derechos es cotidiana, y el modelo de sociedad en el que vivimos sigue produciendo exclusión. Pero hoy sabemos que entre nosotros viven personas que, a través de estas ONG, tomarán el relevo y se incorporarán a este enorme ejército solidario. Se trata de una multitud anónima, que trabaja de manera callada, casi clandestina, pero que ya está incidiendo en las políticas públicas y está construyendo un mundo mejor

Responsables de un éxito

Escuchar la radio al levantarnos por la mañana mientras desayunamos, leer el periódico compartiendo un café, o ver un informativo en televisión es deprimente: problemas, crímenes, confrontaciones políticas, destrucción del medio ambiente, crisis…

Podemos concluir entonces que el mundo va mal, que estamos mal. Pero hace años sabemos que los medios de comunicación no reflejan la realidad. Ese mundo que reflejan existe, no lo inventan, pero solo es una parte del mundo. Aquella en la que ellos han decidido centrar sus cámaras y sus micrófonos, pero existe otra realidad, otras realidades, que no aparecen en los medios, y no están allí de forma deliberada.

Los medios de masas transmiten su ideología a través de dos grandes conceptos: el miedo y la insatisfacción. Y no es por casualidad. Con el miedo consiguen que la ciudadanía acepte cuestiones y planteamiento que en otro caso no aceptaría, cuestiones referentes a limitaciones a la libertad y la democracia. Y con la insatisfacción consiguen fomentar la sociedad de consumo. Es evidente que las personas insatisfechas consumen más, y tal y como ha enseñado Jorge Riechmann, “La producción más importante para el capitalismo es la producción de insatisfacción”.

Decíamos que seguir los medios de comunicación puede llevarnos a la conclusión de que el mundo va mal. Por eso puede sorprender que en este texto pretendamos hablar de éxito, del éxito de las organizaciones que, como Fundación Convivir y muchas otras, están transformando el mundo desde hace décadas.

Es cierto que los niveles de desigualdad son enormes, que la injusticia está muy extendida, que los porcentajes de exclusión son inaceptables, y que los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que este año deberían cumplirse, siguen siendo una utopía.

Aceptamos la premisa de que otro mundo no solo es posible sino que es necesario. Pero reconocer que el mundo dista mucho de ser perfecto no significa que no reconozcamos avances y mejoras.

Hoy, el acceso a la educación o a la salud no está garantizado para millones de personas, pero se acepta de manera generalizada que es un derecho para todo el mundo y no un privilegio. El hambre y la pobreza extrema siguen matando, pero la lucha contra la pobreza y la erradicación del hambre se ha incluido en la agenda de los organismos internacionales y se están desarrollando planes en muchos lugares del mundo gracias a que ha dejado de ser considerado algo inevitable.

Sigue siendo necesario avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres, pero avanzamos, muy lentamente eso sí, en la buena dirección. La mortalidad infantil sigue siendo un reto, aunque los datos muestran importantes mejoras.

La lucha contra el VIH-SIDA y otras enfermedades ha incorporado importantes éxitos en su trayectoria. Y la sostenibilidad del medio ambiente sigue siendo una asignatura pendiente, aunque el número de personas e instituciones que reconocen la existencia y las negativas repercusiones del cambio climático no deja de crecer.

Buena parte de todos estos éxitos parciales, aunque podríamos decir todos, han sido reivindicados, reclamados, promovidos, e impulsados, por organizaciones de la sociedad civil. Aunque en la foto oficial de los grandes acuerdos o en la de los éxitos, solo aparecen políticos, gobiernos, u organismos internacionales, fueron las organizaciones solidarias las que iniciaron el camino que llegó hasta allí, las que lo impulsaron en los momentos difíciles, las que aportaron argumentos y buenas prácticas, las que formaron a los profesionales, y las que construyeron comunidad y redes para poder avanzar.

Reivindicamos nuestra paternidad, compartida con otras instituciones, de muchos de los avances logrados por la humanidad en las últimas décadas

Por eso no tenemos pudor en señalar que el mundo sería hoy infinitamente peor sin las organizaciones de la sociedad civil. Y afirmamos que la historia de las ONG como Fundación Convivir es la historia de un éxito.

Hoy, muchos gobiernos cuentan con organismos de consulta o coordinación con las organizaciones de la sociedad civil organizada, aunque en muchos casos son más formales que efectivas. Y lo mismo puede decirse de los organismos internacionales. Casi nos atreveríamos a decir que contar con las ONG está de moda.

Son numerosos los discursos oficiales que hacen referencia a esta colaboración, y es casi imposible escuchar a un responsable político sin que mencione que para hacer aquello que está exponiendo se ha contado con las entidades sociales.

Pero no nos engañemos. A pesar de lo que significa esta mejora, no nos damos por satisfechos. Agradecemos que nos llamen para ver que nos parece un documento, un plan o un programa que han elaborado en los despachos oficiales, pero lo que de verdad queremos es planificarlo y elaborarlo conjuntamente, discutirlo, implementarlo y evaluarlo.

Los problemas de acceso a la educación o a la salud, o los problemas asociados al consumo de drogas, son problemas de salud pública, problemas de Estado, no de gobierno. Y Estado somos todos. Las organizaciones sociales también somos Estado. Por eso creemos que tenemos no sólo el derecho, sino incluso la obligación de participar en la estrategia de intervención en esos problemas.

A lo largo de las últimas décadas, mientras los gobiernos menospreciaban e incluso criticaban y combatían a las organizaciones de la sociedad civil, y mientras los organismo internacionales sólo reconocían como interlocutores a los gobernantes y a las empresas multinacionales, millones de personas en situación o riesgo de exclusión social encontraron apoyo en alguna organización social en la que siempre había una mano solidaria.

No es políticamente correcto decirlo, pero sí nos parece necesario. Durante décadas, muchos gobiernos se desentendieron de amplias capas de su propia población, a las que abandonaron a su suerte. Muchos organismos internacionales se centraron en mejorar las grandes cuentas oficiales de los países, aunque eso significara dejar en la cuneta a millones de personas. Y en ese tiempo fueron las entidades sociales las que centraron su trabajo en esas personas abandonadas, y lo hicieron en una doble dirección: por una parte, trabajando con ellas en su empoderamiento; y por otra parte, reivindicando sus derechos.

Por eso decimos que las organizaciones de la sociedad civil organizada están construyendo ciudadanía desde hace décadas.

A veces hemos tenido enfrente a los gobiernos, a veces simplemente nos han mostrado indiferencia, pero rara vez hemos tenido su apoyo. Algún día descubrirán que trabajar conjuntamente con nosotros es mejor para la ciudadanía. Y será una buena noticia para todos, no solo para nosotros, aunque llegará tarde, como tantas otras cosas, y habremos perdido muchos años.

Invitamos desde este espacio a los gobernantes, a las autoridades, a no esperar otros 30 años para homenajearnos, y convocarnos a un trabajo conjuntos, coordinado y cooperativo mañana mismo. Porque las personas, la ciudadanía, no pueden esperar. Y si esas vías de colaboración y cooperación no se ofertan y se impulsan desde los gobiernos y organismo internacionales, la ciudadanía encontrará la manera de hacerlas presentes, de proponerlas, y en caso necesario de imponerlas, porque son una necesidad.