“La adicción es una enfermedad psicobiosocial y crónica que requiere atención permanente y constante”

El Dr. Juan Carlos Gorlero tiene 63 años y es médico, graduado por la Universidad Nacional de Buenos Aires, en 1972. Para adquirir formación psicoanalítica cursó un posgrado en Clínica y Aplicaciones de las Técnicas Psicoanalíticas, Psicoterapéuticas y Psicodiagnósticas, en la Universidad de Belgrano, y la carrera de psicoanálisis, en el Instituto de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina, siendo psicoanalista en función didáctica de la misma. Además, es magíster en Psiconeurofarmacología, por la Universidad Favaloro. Actualmente, es Director Médico del Programa Terapéutico Ambulatorio “Las 4 Estaciones” de Fundación Convivir, ejerce la práctica profesional privada y es docente universitario.


¿Cuál es la complejidad del consumo de sustancias en la actualidad?


Primero, hay que destacar el gran incremento en el consumo, en base a la industrialización de la droga y a la accesibilidad. Luego, que el consumo trae aparejado un montón de patologías asociadas que se asientan en los efectos periféricos de la droga, como infartos, hemorragias cardiológicas, alteraciones intestinales, muchas enfermedades físicas de todo tipo, agravamiento de enfermedades mentales preexistentes y que, a su vez, es también determinante en el desencadenamiento de enfermedades psiquiátricas latentes (la marihuana, por ejemplo, como desencadenante de esquizofrenia, de trastornos de ansiedad y de trastornos depresivos). Por eso, nosotros nos ocupamos de la atención a pacientes duales, aquellos que tienen comorbilidades, es decir, más de una enfermedad. La primera es el trastorno de sustancias y la segunda varía entre el trastorno de ansiedad, el trastorno del estado de ánimo o el trastorno de personalidad; asociado habitualmente con trastornos límite de la personalidad, trastornos de personalidad por dependencia o trastornos de control de los impulsos. Esto, siguiendo los diagnósticos del DSM IV.

¿Estas enfermedades se desarrollan a partir del consumo o son preexistentes?

A veces son preexistentes y la droga aparece como un intento para medicarlas; otras, emergen a partir del consumo. En ocasiones da inicio a trastornos mentales que cesan cuando se detiene el consumo, pero otras veces no y la droga actúa como desencadenante.

¿Existe algún tipo de perfil del adicto?

No, la droga toca a todos los estratos sociales y a todo tipo de problemáticas. Una persona libre de trastornos o con un número de trastornos mentales puede caer en el consumo. No hay un perfil definido, el asunto es si tiene vulnerabilidad. Hay personas que fuman y no se vuelven adictos; lo mismo personas que pueden hacer uso de la droga, a veces una metanfetamina o un psicoestimulante como la cocaína, y no pasar de un uso muy esporádico. Pero a quien lo vulnera, no lo suelta más.

¿A qué se debe esa vulnerabilidad?

A condiciones biológicas y psíquicas. Hay gente que tiene distintos tipos de receptores; por ejemplo, hay ciertos receptores nicotínicos que median en la reacción de asco que hace que una persona, por más que quiera, no pueda fumar cigarrillos porque posee cierto nivel de receptores que lo protegen. La angustia y la ansiedad son, por ejemplo, determinantes en el uso de sustancias.

¿Cuál suele ser el primer contacto con la droga?

Las personas están accediendo cada vez más temprano, sobre todo los chicos desamparados, en situación de calle. Están empezando a consumir a los nueve años -a veces antes también- y, según un estudio, cuando empiezan a los once años, a los 18 meses están delinquiendo, no porque sean delincuentes primarios sino simplemente porque necesitan dinero para drogarse.

¿Hubo un incremento en la cantidad de adictos en los últimos años?

Las estadísticas del Hospital Posadas muestran que hubo un aumento del 700% en la última década. Las consultas por adicción en el establecimiento pasaron del 0,5%, de las 20.000 consultas totales mensuales al 7,5% en la actualidad. Además, la Argentina dejó de ser un país exclusivamente de tránsito para convertirse en uno de consumo, con un fuerte consumo, de todo tipo de drogas.


¿Y cómo es la situación en la Fundación Convivir?

Acá estamos atendiendo cada vez más pacientes. Hasta ahora en las instituciones tradicionales había dos grandes áreas de trabajo; por un lado, el tratamiento psiquiátrico para el trastorno mental y, por el otro, la comunidad terapéutica para los problemas de adicción. Pero cuando había un problema mental agravado por el consumo, el paciente no encajaba en la comunidad terapéutica ni tampoco en las clínicas psiquiátricas. La necesidad de un espacio dual que pudiera atender las dos situaciones surgió en España y de allí adaptamos el modelo. Nosotros estamos ubicados en ese perfil y eso hace que tengamos mucha demanda.

Tenemos distintos programas; trabajamos con los curas villeros, con los hogares municipales y, también, para las obras sociales y las prepagas. Atendemos tanto a los chicos de la calle -que viven en albergues municipales o en la villa- como a los de Barrio Norte o de cualquier otro lugar. Todas las clases sociales convergen en esta institución y trabajamos todos juntos.

¿Qué dificultades se presentan en el sostenimiento del tratamiento en pacientes ambulatorios?

La droga va dejando marcas de memoria muy fuertes, memorias biológicas, que se manifiestan como un deseo imperioso y compulsivo de consumir. Estos impulsos pueden aparecer en cualquier momento, aún después de largos períodos de abstinencia, y cuando se despiertan lo hacen con una intensidad desmedida que lleva a la persona a querer consumir, a pesar de las consecuencias, que las conoce, y no poder parar. Esas recaídas se llaman tardías y son extremadamente peligrosas. La persona ya no está en tolerancia ante eso y, por lo tanto, el efecto de la droga se puede producir con altísima intensidad, trayendo arritmias cardíacas o intoxicaciones graves, con riesgos muy fuertes para su vida. Y, además, el mismo paciente no puede pedir ayuda porque se ve desbordado, casi como si estuviera ajeno a sí mismo, y un fuerte impulso ajeno a su voluntad y a su conciencia lo condujera a ese estado.

¿La recuperación después de la recaída es más compleja?

La recaída lo que tiene es que, indefectiblemente, como desencadena ganas, es como si el paciente hubiera perdido todo su trabajo y tuviera que volver a empezar. Un adicto tiene el estigma de la memoria biológica. Tiene un cerebro preparado para la adicción. De hecho, las nuevas técnicas de neuroimagen están demostrando que estas sustancias dejan una enfermedad cerebral, se observan deterioros, hipoflujos cerebrales y malos funcionamientos de determinadas cortezas como la corteza prefrontal y la orbitofrontal.


¿Cómo trabaja la fundación con pacientes de consumo complejo?

Siempre avanzamos paso por paso, a través de la evaluación psiquiátrica, médica y psicoanalítica. Todos los profesionales hacemos una evaluación del caso y decidimos si el paciente realmente está en condiciones de hacer un tratamiento ambulatorio o no. Luego, tomamos medidas psiquiátricas -cuando lo amerita- y estudiamos la situación psicofarmacológica de la adicción. Realizamos terapia individual y/o grupal y talleres para la reinserción laboral. Son personas a las cuales la droga ha dejado una fuerte apatía y una apraxia y con los talleres intentamos reinsertarlos socialmente e impulsarlos a reencontrar la voluntad de hacer.


¿Se trabaja para cuidar al rehabilitado de la estigmatización social?

Hace tiempo que estamos trabajando para que se separe la idea de que el drogadicto es un malviviente y un inmoral, demostrando que la adicción es una enfermedad biopsicosocial, donde hay componentes sociales, biológicos y psicológicos entrelazados; una enfermedad crónica, de impulsos, de recaídas, que requiere una atención permanente y constante. Son víctimas de la droga y no responsables. Tal vez, en un primer momento, pudieron serlo, porque tenían la habilidad para abstenerse, pero una vez que cayeron bajo el dominio de la droga no puede hacérselos responsables de un impulso que ellos no pueden frenar. Es decir, capaz que pueden tener un discernimiento y decir “lo que estoy haciendo no está bien”, pero no tienen la libertad ni, por tanto, la posibilidad de elegir. Y aunque no lo quieran hacer, no pueden no hacerlo. Entonces, en ese sentido, no se les puede reprochar la conducta.


¿Cómo funcionan los programas de reinserción laboral?

En la Fundación Convivir tenemos talleres, por ejemplo, hay uno de panadería; además, apoyamos la reinserción laboral y tratamos de hablar con las empresas para que, cuando contratan a personas con este problema, sepan que son pacientes con recaídas y que, en vez de ser marginados o desechados, debe haber conciencia. Ésta es una enfermedad social con la que todos tenemos que colaborar para que la persona que la padece lo pase lo mejor posible, recaiga menos y pueda luchar eficazmente contra el impulso. Si no, la sociedad va a ir fabricando personas enfermas, cada vez más inhábiles para trabajar, cada vez más marginales, a las que no les va a quedar otro camino que la delincuencia para poder sostenerse.


¿Cómo es la situación del paciente dentro del contexto de la nueva ley de salud mental?

Los aspectos más importantes de la nueva ley de salud mental, en el capítulo 17, hablan sobre las internaciones y tienen como concepto que los actos de internación tienen que ser voluntarios; y en caso de ser involuntarios deben ser lo más breves posible y estar muy bien fundamentados porque, en realidad, uno va en contra de uno de los principios fundamentales de la dignidad humana que es la autonomía. Y, si una persona no quiere, con qué derecho el médico le quita esa libertad y esa autonomía. Sin embargo, hay momentos en que la droga pone en riesgo al paciente de tal manera que cae en la figura de riesgo cierto e inminente que la nueva ley propone para internarlo aún en contra de su voluntad. Además, determina que debe haber un equipo terapéutico, por eso, cuando tomamos esas decisiones en la Fundación Convivir, hacemos un ateneo para debatirlo. Actualmente es muy raro que tengamos que internar contra voluntad porque, con el trabajo que vamos haciendo de concientización en la patología, tenemos pacientes que reconocen en qué momento están en un riesgo cierto y piden la internación. Como nosotros no creemos que sea una herramienta curativa sino de desintoxicación, de parar a una persona que no puede cuando está con una búsqueda muy intensa, entonces hacemos internaciones breves. Por supuesto, cuando vemos que hay un riesgo cierto para el paciente intervenimos contra su voluntad, pero siempre dejando muy explícito en la historia clínica los motivos que nos llevaron a tomar esa decisión; porque prima en nosotros cuidar la vida, un principio mayor que el de la autonomía de alguien que no la tiene.

¿Cómo podrían las empresas ayudar a la Fundación en este camino?

Todos tenemos que entender que este es un problema que afecta a la Argentina, que la droga retira a la persona de la sociedad, le quita voluntad para trabajar, para amar, para relacionarse, para cuidar a otros y a sí mismo, y que si nosotros queremos ser respetuosos de la decisión pero no queremos dejar caer a nuestro semejante debemos integrar y no marginar. Es importante comprender lo que es la adicción y hacer un gran esfuerzo ciudadano para generar lugares de trabajo y promocionar todo tipo de programas.